
Por Fernando Martínez Heredia/Cubadebate
Conferencia inaugural en el XXII Encuentro Nacional de Solidaridad con Cuba, del Movimiento Mexicano de Solidaridad con Cuba. Universidad Obrera de México, San Ildefonso no. 72, Ciudad de México, 18 de marzo de 2017.
Agradezco esta oportunidad a las mexicanas y los mexicanos tan abnegados y generosos que realizan y mantienen estos encuentros.
Comienzo mi intervención por el primer indicador de la vigencia de Fidel. El homenaje que recibió, en los nueve días que siguieron a su partida, fue una consigna de hoy, una invención de jóvenes que hizo suya todo el pueblo de Cuba: “yo soy Fidel”. Así se demostró que Fidel es del siglo XXI, y no solo del XX, y también que cuando el pueblo entero se moviliza con conciencia revolucionaria es invencible. En esos días del duelo, Fidel libró su primera batalla póstuma y la ganó; al mismo tiempo, volvió a mostrarles a todos el camino verdadero, como vino haciendo desde 1953.
Entiendo que ha sido muy atinado el tema que me han fijado los organizadores, porque en la compleja y difícil situación que estamos viviendo en nuestro continente los orígenes, los rasgos fundamentales y la vigencia del pensamiento político de Fidel pueden constituir una ayuda inapreciable. Hoy podemos avanzar mejor con esa ayuda de Fidel, pero a condición de emular con sus ideas y sus actos, para sacarles provecho en lo decisivo, que serán nuestras actuaciones. No imitando simplemente a Fidel, que nunca imitó a nadie, sino traduciéndolo a nuestras necesidades, situaciones y acciones.
Fidel brinda un gran caudal de enseñanzas, tanto para el individuo como para las luchas políticas y sociales. Puede aportarnos mucho conocer mejor sus creaciones y sus ideas, las razones que lo condujeron a sus victorias, cómo enfrentó Fidel las dificultades y los reveses, su capacidad de identificar lo esencial de cada situación y los problemas principales, plantear bien la estrategia y la táctica, tomar decisiones y actuar con determinación y firmeza. Si lo hacemos, será más grande su legado.
En el transcurso de la vida de Fidel pueden distinguirse tres aspectos: el joven revolucionario; el líder de la Revolución cubana; y el líder latinoamericano, del Tercer Mundo y mundial. El segundo y el tercer aspecto suceden simultáneamente. Vamos a asomarnos a la extraordinaria riqueza del pensamiento político del joven que se rebelaba contra todo el orden de la dominación, y no contra una parte de él, del combatiente revolucionario, del artífice de la victoria de la insurrección cubana y del despliegue y la defensa del nuevo poder revolucionario, y del conductor supremo de la creación de una nueva sociedad latinoamericana liberada, socialista, internacionalista y antimperialista.
Fidel fue hijo de una tradición que es fundamental dentro de la historia del pensamiento revolucionario cubano: la corriente radical, que ha tenido puntos en común y ha establecido una trayectoria singular. Esos radicales se fueron por encima de las respuestas políticas que parecían posibles frente a los conflictos de su tiempo y su circunstancia, y las propuestas que ellos hicieron eran llamados a violentar la reproducción esperable de la vida social. Enumero solamente a hitos dentro de esa pléyade, como son Carlos Manuel de Céspedes, José Martí, Julio Antonio Mella y Antonio Guiteras.
Si exceptuamos al pensador original y colosal que fue José Martí, las prácticas revolucionarias fueron lo predominante en la historia de las posiciones y propuestas de los radicales entre 1868 y 1959. Pero, en su conjunto, ellos elaboraron un cuerpo de pensamiento que constituye una acumulación cultural de un valor inapreciable, que siempre es necesario rescatar y asumir conscientemente. Fidel partió también de la práctica, pero al mismo tiempo fue presentando y elaborando un pensamiento radical excepcional, que lo fue llevando a ocupar un lugar cimero en toda esta historia cubana, junto a su maestro José Martí.
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