La opinión especializada del cubanoamericano
Aquí mismo en la Florida, podemos ver a los diferentes campos planeando e ideando estrategias, y los candidatos favorecidos repletan sus fondos de campaña con contribuciones para las guerras que se avecinan. Las batallas que se libren no implicarán necesariamente armas de fuego y bombas, sino ideas y movimientos, partidos políticos y filosofías, y la influencia abrumadora de intereses especiales de este país.
Para los verdaderos progresistas, la batalla parece la maldición de Sísifo. Y a pesar de que soy un firme partidario de nunca decir “nunca”, seguimos siendo rechazados tanto por republicanos como por demócratas. La elección de Barack Obama en 2008 puede ser el ejemplo perfecto. El primer presidente negro, quien había prometido esperanza y cambio, sí alteró algunas cosas, sin duda, pero todo bajo el viejo orden. La crisis financiera y su manejo de la misma, por ejemplo, demostraron que los poderes fácticos de este país no estaban preparados para el cambio que Obama prometió con su florida retórica. Y ahora con Trump al timón, algunos dirán que hasta la presidencia de George W. Bush no fue tan mala.
No es un problema demócrata o republicano. Seguramente, y en 2018, casi todos los republicanos en el poder tienen actitudes equivocadas en cuanto a… bueno, casi todo. La codicia y la acumulación de dinero, a expensas de los más vulnerables, parecen ser su guía. Sí, los demócratas están un poco mejor. Pero si se fijan bien, responden a muchos de los mismos actores.
En otras palabras, he renunciado a toda esperanza que pueda haber tenido acerca de los republicanos. Tristemente, estoy llegando a creer lo mismo de los demócratas. He observado de cerca cómo funcionan aquí en Miami. Es cierto que son una opción mucho mejor que los republicanos, pero el establishment que gobierna a los demócratas, los que no se ven pero que se esconden tras bambalinas, es tan codicioso como el del otro campo político. Con ellos, parece que siempre enfrentamos el axioma “el menor de dos males”.
Veamos.
En 2017, y en espera del calendario político de 2018, comencé a ver señales de esperanza de lo que pudo haber sido el lado positivo en la catástrofe de Trump bajo la cual vivimos. Se hablaba de una posible “avalancha azul”. En otras palabras, que los demócratas recuperaran al menos el control de la Cámara de Representantes y, por lo tanto, se convirtieran en la incómoda y pequeña piedra en el zapato de Trump. Después de eso, 2020 y la Casa Blanca.
La republicana Ileana Ros-Lehtinen, una política inteligente y firme ganadora desde que se postuló por primera vez en 1982 para la Cámara de Representantes del estado, vio la escritura en la pared y decidió retirarse ahora bajo sus propios términos. Su distrito congresional se ha vuelto más demócrata en el pasado reciente, y los que odian a Trump están decididos a vengarse en las elecciones de 2018.
Ileana Ros-Lehtinen besando a George W. Bush
La oportunidad y el momento, ingredientes clave para el éxito político, tocaron a la puerta y numerosos demócratas (progresistas), jóvenes y bien preparados, se sumaron a la contienda para reemplazar a Ros-Lehtinen en Washington. Sin embargo, hubo un problema. Los demócratas del establishment temen los resultados que estos rostros frescos busquen en la capital del país.
[Para una mejor comprensión, echen un vistazo a Bernie Sanders, alrededor del año 2016…]
Verán: si los demócratas ganan la Cámara de Representantes, a Nancy Pelosi, de 78 años, y toda su influencia (o mejor aún, todos los que influyen en ella), le gustaría recuperar su poderosa posición de presidenta de la Cámara de Representantes. Con una nueva ola de demócratas llegando, la mayoría de ellos no comprometidos con Pelosi, y no necesariamente favorecidos por los demócratas del establishment, el Partido prefirió elegir a quién le gustaría ver representar al Partido.

Así que no fue una sorpresa ver a Donna Shalala, también con más de 70 años y que responde a la rama neoliberal Clinton-Obama de los demócratas, aparecerse a última hora en el distrito de Ros-Lehtinen. Un distrito que el año pasado parecía estar listo para un nuevo y prometedor demócrata joven y progresista.
[Advertencia: el distrito de Ros-Lehtinen tiene una gran circunscripción judía, así como una gran cantidad de hispanos. A lo largo de los años (e Ileana ha estado allí desde 1990), muchos electores del Distrito 27 se han acostumbrado a comunicarse directamente en español con sus miembros del Congreso. Buena suerte para Donna en eso… Y no estoy seguro de cómo caerá el nombre Shalala, de origen libanés, en el distrito.]
Los republicanos aún pueden ganar esta elección.
También en el área de Miami está el caso de la doctora Alina Valdés, una cubanoamericana criada y educada en la ciudad de Nueva York. Este no hubiera sido el primer intento de la doctora Valdés. Ella se presentó contra Mario Díaz-Balart en 2016 y había comenzado una campaña para desafiarlo nuevamente este noviembre.
No conozco personalmente a la doctora Valdés. Pero apuesto a que nunca ha recibido el respaldo de los incondicionales del Partido Demócrata. En mi opinión, y eso es viendo de cerca su plataforma, la doctora Valdés simplemente no posee las “cosas correctas” para complacer a un partido que podría haberla ayudado con dinero, por ejemplo, en una contienda que en 2018 se puede ganar. Es la carrera contra un candidato que ha habilitado a Donald Trump todo el camino, incluyendo la aprobación del plan del presidente para deshacerse de Obamacare –en un distrito donde casi 100 000 electores de Díaz-Balart dependen de la Ley de Asistencia Asequible para su seguro de salud.
El problema es, sin embargo, que la doctora Valdés no es una recaudadora prolífica de fondos. Ella está ocupada ayudando a la gente. Y ella no se inclina ante intereses especiales que pueden no ver con mucha amabilidad una plataforma que exige una reforma migratoria y “dar la bienvenida a la gente a nuestras costas para que el crisol continúe brindando diversidad”; cuidado de salud como un derecho humano; y agricultura ambiental y no ignorar el cambio climático –especialmente en un estado tan afectado por ambos.
La doctora Valdés abandonó recientemente la contienda del Distrito Congresional 25 del sur de la Florida cuando Mary Barzee Flores, la ex jueza respaldada por el Partido, cambió de carrera para desafiar a Díaz-Balart. Valdés juró ayudar a la jueza en su misión. Nuevamente, no fue una sorpresa verla cambiar de carrera (ella se había postulado por el Distrito 27) cuando Shalala intervino. Nadie me lo dijo, pero… no dudo que alguien del Partido Demócrata sugiriera el cambio con promesas de ayudar.
A los demócratas progresistas no les está yendo bien en todo el país. NO están recibiendo ayuda del establishment del partido, el cual controla el efectivo. Porque, como ven, el Partido Demócrata quiere creer que son el partido del pueblo, de los desposeídos y desfavorecidos, de los trabajadores, de las minorías, de los necesitados de atención médica… cuando, en realidad, el Partido Demócrata es solo otra organización política que hoy atiende órdenes que provienen de intereses especiales –los grupos que los ayudan a alcanzar el poder y mantenerse en él– a expensas de aquellos que pretenden representar.
Todavía estoy esperando una avalancha azul en noviembre. La otra opción puede arruinar para siempre a este país. Pero en base a su rechazo a la más moderna y progresista nueva generación de políticos, creo que los demócratas ganarán mucho menos de lo que esperan.
Y los Distritos 25 y 27 aquí mismo en Miami, dos elecciones que los demócratas deberían ganar, pueden convertirse en pérdidas, porque el candidato demócrata puede parecer más un republicano y no el agente de cambio que los verdaderos y sencillos demócratas están buscando.