El imperialismo actual y Colombia

En la Colombia actual del 2020, se pueden identificar cuatro (4) grandes tendencias adelantadas por el gobierno de los EEUU, lo que indudablemente generarán, cada día, más resistencias de todo tipo y que pasaremos a explicar:

Primera tendencia: Es fundamental iniciar cualquier análisis clasista de Colombia, partiendo de la caracterización hecha por las ciencias sociales especialmente por la investigadora social Vilma Liliana Franco en su valiosa obra “orden contrainsurgente y dominación” Bogotá. 2009, de que en Colombia domina y hegemoniza toda la sociedad un Bloque de Poder Contrainsurgente (BPCi), el cual según se demuestra en la tesis https://www.rebelion.org/docs/262225.pdf se gestó a partir de del Pacto de Sitges, España firmado en 1957, entre dos autodesignados representantes del pueblo colombiano; el liberal Alberto Lleras Camargo y el conservador Laureano Gómez (quienes en solitario fusionaron el anticomunismo tecnocrático de la guerra fría de los EEUU representado por el ex secretario general de la OEA Lleras Camargo, con el tradicional anticomunismo nacional clerical del partido conservador representado por Laureano Gómez); pactaron el diseño de un Estado mediante un plebiscito (Estado Plebiscitario) cuya principal supra estructura jurídica y constitucional fue gobernar bajo la ley marcial o estado de sitio del famoso artículo 121 de la constitución nacional, que no solo recompuso las “instituciones” y el Estado, seriamente resquebrajados durante la guerra bipartidista o violencia liberal conservadora, la dictadura militar anticomunista de Rojas Pinilla y la Junta Militar que lo sucedió (asistidas ambas por el gobierno de los EEUU) sino que reconstruyó completamente las Fuerzas Militares entregando toda su conformación al ejército de los EEUU con su doctrina contrainsurgente y paramilitar de la guerra fría que se libraba en ese momento; a la par que reconstruía el Bloque de Poder de las clases dominantes, las que asumieron desde ese entonces, la contrainsurgencia como su bandera estratégica totalmente hegemonizada por la concepción contrainsurgente estadounidense, la que sirvió de la base para montar en 1963-64 la agresión a las regiones campesinas de Marquetalia, Riochiquito y Guayabero, estigmatizadas previamente como “republicas comunistas”, y que generó como es bien sabido la reacción de resistencia a la agresión, el surgimiento de las FARC-EP.

Así pues el “asunto de la paz en Colombia” va mucho más allá de la mutilación hecha por los medios de comunicación adscritos al Poder y que forman parte de citado Bloque de Poder Contrainsurgente dominante, que han generalizado en la conciencia social del país la falsa idea de que la paz de colombia es el Acuerdo de paz firmado en el teatro Colón 2016, entre el premio nobel de Paz JM Santos y el heroico comandante guerrillero Timochenko; cuando es un asunto que va muchísimo más allá y se enraíza directamente con toda la historia colombiana y en la estructura del Estado colombiano actualmente vigente (organizado lo repito, en 1957 por el pacto bipartidista y bipersonal de Sitges, España) Sin este reconocimiento es difícil avanzar en cualquier praxis política de carácter estratégico democrático por una paz verdadera y de resistencia a la contrainsurgencia imperialista.

Ahora bien, sin tampoco detenerme en narrar las vicisitudes y las dificultades, de todo tipo, que ha tenido en su implantación el dicho Acuerdo de la Habana desde su firma en 2016 hasta hoy enero 2020. Quien desee ampliar en un análisis in extenso y relativamente reciente del citado Acuerdo de paz, puede consultar el libro https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=1765&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1342

Lo esencial, es tener clara la situación actual de dicho pacto, y desde este punto de vista:

a) El Acuerdo como lo dijo correctamente la ministra de gobierno de Duque Nancy Patricia Gutiérrez el 28 de enero 2020, (así le haya costado perder su puesto) es un acuerdo “fallido” no solo por la razón que ella da de que es un acuerdo totalmente desfinanciado “ no hay plata para eso”, sino por una razón más profunda y esencial que está en la base del Poder dominante: el problema histórico-estructural de la tenencia de la tierra, donde todas las clases constitutivas del citado Bloque de Poder Contrainsurgente como ganaderos, terratenientes, agricultores, campesinos ricos, agro-industriales, financistas, multinacionales de plantación, narcos y paramilitares e incluso militares y funcionaros del Estado a nivel regional y local, ect, tienen intereses “estratégicos en ella por considerarla la alcancía del capital”, o por extraer rentas de la tierra y no están dispuestos a ceder o entregar un centímetro de tierra a nadie. Mucho menos los 6 millones de hectáreas despojadas por todos ellos en los años del conflicto armado, y que ya constituyen un botín de guerra.

b) El otro aspecto negativo a considerar, pero que la ministra Gutiérrez tendenciosamente voltea para quitarse la responsabilidad a su jefe Duque y al Estado contrainsurgente que representa y dirige: el papel nefasto que ha jugado y sigue jugando la descomposición político-ideológica y de dirección errática y codiciosa; politiquera, electorera y sectaria del partido de la Rosa surgido del Acuerdo de la Habana, que ha impedido a las bases del partido y a quienes desde afuera apoyan su implementación, actuar mancomunadamente o unitariamente en explicar los verdaderos alcances “políticos” del mismo. Aspecto este agravado por la persecución inmisericorde del paramilitarismo recompuesto en su guerra sucia diluida y diaria (gota a gota, sistemática y aparentemente al azar) contra las bases de los reinsertados que a la fecha lleva más de 170 ex guerrilleros “neutralizados” es decir fusilados en estado de indefensión y que está provocando una verdadera deserción masiva, de antiguas bases guerrilleras.

Segunda tendencia: Convertir a Colombia literalmente en la punta de lanza de su guerra híbrida contra el pueblo y gobierno bolivariano de Venezuela, y en tomar control total de la extensa y complicada frontera colombo venezolana, hoy convertida prácticamente en un frente de guerra y en el escenario geoestratégico principal de su restauración Imperialista en el continente y en la rica y codiciada región andino-amazónica. La extensa y complicada frontera colombo-venezolana de 2.219 kilómetros desde el mar Caribe hasta las selvas amazónicas, se ha constituido prácticamente en una línea o frente de guerra que ha convertido en retaguardia al Estado de Colombia que cuenta para ello con las 7 bases militares que tiene en el país el US Army y con la cobertura supra estructural de ser miembro del pacto militar noratlántico (OTAN).

Tercera tendencia: Tal y como lo acaba de anunciar oficialmente (17.01.2020) “la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de los EEUU” (organismo bipartidista del Congreso estadounidense) invertirá la astronómica suma de 5 mil millones de dólares US en Colombia para combatir el narcotráfico, los cuales irán a reforzar la “War on Drugs”, lo que sin lugar a dudas significará más conflicto armado en el país, y especialmente en las zonas cocaleras situadas en dicha zona fronteriza (ver https://theworldnews.net/ar-news/colombia-anuncio-una-ayuda-de-eeuu-por-usd-5-000-millones-para-combatir-el-narcotrafico.)

Cuarta tendencia: Como con la firma del Acuerdo de paz y la subsiguiente liquidación de las Farc-EP generó un clima distendido que permitió en muchas regiones iniciar procesos de reconstrucción del tejido social destruido por el anterior Terror del Estado, junto con creación de nuevos liderazgos sociales; la contrainsurgencia (de la cual forma parte esencial y fundamental el gobierno de los EEUU) ha puesto en marcha una nueva versión de la guerra sucia diluida para el control social más específica, sistemática y deletérea (gota a gota, aparentemente al azar, y con total indiferencia Estatal e impunidad) con el fin de mantener los efectos terroríficos anteriores, para que las personas de base con algún liderazgo social presas del miedo abandonen su trabajo comunitario; guerra sucia que ya lleva desde la fecha de la firma del Acuerdo de la Habana en 2.016 hasta hoy, más de 800 líderes sociales y activistas sociales fusilados, a los que se le debe agregar los más de 170 ex guerrilleros de las Farc-EP reinsertados, mencionados antes, que han sido “neutralizados” en sus casas desarmados y en total indefensión.

Extraido de Rebelión

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