Cuevas de Bellamar, centro turístico más antiguo de Cuba

Por: Wilfredo Alayón / Opciones

Es difícil que otro accidente natural de la occidental provincia cubana de Matanzas gane a las Cuevas de Bellamar, Gran Paleocaverna de singular belleza y cuyos valores espeleológicos la convierten en reconocido sitio internacional.

Ubicada en una de las colinas que bordean la vistosa bahía de esta ciudad, a 100 kilómetros al este de La Habana, uno de sus principales atributos es ostentar la condición del centro turístico más antiguo de Cuba.

La apertura al público con fines comerciales data de 153 años atrás, cuando el avispado español Manuel Santos Parga abrió la espelunca, el 22 de noviembre de 1862, a los ávidos ojos de los habitantes de la urbe.

De forma ininterrumpida permanecieron las visitas a las profundidades de la gruta hasta 1939, cuando fue cerrada por un espacio de tiempo de ocho años y reabierta a los visitantes en 1947, hasta la actualidad.

Bellamar tiene una extensión estudiada de más de 20 kilómetros, sin embargo su ruta tradicional para los turistas es de kilómetro y medio, con una duración de unos 45 minutos el recorrido.

Espeleólogos ubican su antigüedad en 300 000 años y durante periplos de estudio han hecho importantes hallazgos paleontológicos, entre ellos una amplia gama de procesos cristalinos en las paredes.

Los matanceros sienten un orgullo especial por ella y la consideran una verdadera maravilla desde el descubrimiento casual en áreas de la antigua finca La Alcancía, propiedad de Santos Parga.

Un gallego emprendedor

Santos Parga (1815-1884) emigró a la Mayor de las Antillas desde su natal Vivero, en la región española de La Coruña, y estuvo empleado como práctico de minas en las cercanías de esta municipalidad, antes de adquirir la propiedad de La Alcancía.

Adelantándonos a otros relatos, diremos que el emprendedor gallego murió en un enfrentamiento a tiros, cuando resistió a un grupo de bandoleros que merodeaban por sus predios.

Pero antes de llegar al fatal desenlace, Santos Parga acondicionó la caverna, «con todas las de la ley para aquellos tiempos», para todo el que quisiera visitarla, según datos de la época.

Los trabajos de acondicionamiento incluyeron hacer accesible la entrada, la ampliación de algunas galerías y la instalación de luces artificiales, según indica un documento del investigador local Arnaldo Jiménez de la Cal.

El texto del historiador señala que en esas labores se destruyeron algunas formaciones calcáreas, cuestión que personalidades de la época criticaron y aún se critican, pero que, a juicio de especialistas, eran forzosas para posibilitar el negocio.

Es oportuno señalar que la Matanzas de entonces, destaca Jiménez de la Cal, era la región de mayor desarrollo económico y social fuera de la capital de la nación, beneficiada por la producción y comercialización del azúcar de caña.

Ciudad encumbrada por sus bellezas naturales, su benigno clima, población amistosa y culta, motivaban la presencia de multitud de visitantes incluidos nobles del Viejo Continente y una corriente de transeúntes desde Estados Unidos.

Una oportuna guía

Jiménez de la Cal destaca que desde el inicio, Bellamar provocó la inspiración en reconocidos escritores que la bautizaron de diversos modos, entre ellos, Maravilla de maravillas, La cueva maravillosa y la Novena Maravilla.

El historiador destacó a la Guía de la Cueva de Bellamar como un trabajo descriptivo pero profundo, escrito por Eusebio Guiteras Font y editado por primera vez en Matanzas en la imprenta El ferrocarril, en 1863.

Entre sus muchos valores -acorde con el experto- están el haberse editado en español e inglés, reeditado ese mismo año en el periódico La Aurora del Yumurí de la villa y reimpreso en 1886.

El texto explica la belleza de la gruta en un tono dirigido con toda intención a lectores de habla inglesa e ideado para, en todos los aspectos, despertar el interés por el lugar, afirman estudiosos en estos temas.

Dividida en dos partes, la publicación constaba de 19 páginas en español y cuatro cuartillas en la lengua anglo, por lo que está considerada la primera publicación bilingüe redactada en Matanzas, editada en la localidad y con tema matancero, según expertos.

Además de describir esta joya natural subterránea y sus formaciones espeleológicas, la Guía contenía un extracto en inglés sobre su descubrimiento, las razones del nombre, la forma de acceder al lugar, además de una reseña de los aborígenes de la ínsula.

«Considerando esto, el cuaderno no estaba en función exclusivamente turística. Hay otros aspectos que nos permiten concluir que este folleto es la primera Guía Turística de Cuba y primer texto bilingüe de las ciencias matanceras», destaca Jiménez de la Cal.

Otros aspectos expuestos en las páginas finales son la ubicación geográfica de Bellamar, grados de temperatura media, humedad y entorno, «que denotan un estudio minucioso», asegura el investigador.

 

 

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